lunes, 20 de mayo de 2013

Actividad individual:
1) A partir del microrrelato, ampliar la historia

                        Un sueño, otro más

        El sueño era la casa propia. Todos sus ahorros, destinados a ese fin. Fueron años y años de privaciones. Pero un día, lo soñado se vio concreto.
        Cada espacio tenía un significado especial, y en cada uno, lucía un diseño particular. Colores cálidos, cortinas delicadas, objetos elegidos minuciosamente.
        Hasta aquí, el sueño de todos: el valor de lo propio con un sello único.
        Fue entonces, que llegaron ellos con nuevas propuestas, grandes ofertas y un destino diferente.
        Ella planteó su postura, justificó su negación. Sin embargo, no fue escuchada.
        Una autopista planificada en ese espacio, intentaba borrar el sitio, su sueño, su casa y todos los posibles proyectos.
        No hubo cambios. Sí posiciones encontradas. Sólo primó la imposición y la sumisión. La impotencia, también. No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente, la expropió el gobierno y la siguen explotando.
        Como a todos nosotros.


2) Contar una historia desde el punto de vista del objeto:

                          Desinflada

        La tarde caía tristemente, una bruma espesa nos envolvía a todos. Yo, en particular, creía que pasar un buen momento en ese ocaso, sería imposible.
        Los alumnos me botaban con alegría, pero mi ánimo decaía minuto a minuto. Pasaba de mano en mano por encima del arco, mas no me involucraba con la acción.
        Mis pensamientos y todo mi ser estaban bloqueados. Parecía un tormento mi existencia. Me sentía vacía, sin aspiraciones.
        Así estaba desde hacía ya varios meses. Algunos me decían estrés; otros, entorno. Yo pensaba que ya era mi tiempo el que se agotaba.
        De repente, un manotazo me hizo golpear contra una puerta, y calladamente, quedé apoyada en ella. Calladamente yo, porque adentro, el alboroto y las risas inundaban el pequeño salón. Sin querer, la puerta se abrió y me llevó adentro.
        Ahí, en un rincón estaba, quieta, inmóvil y observante. En ese lugar, se respiraba bello. Un clima ideal para el despeje. Armonía. Locura. Encuentro.
        No dudé, y pensé: ¡Aquí me quedo!
        Una mano amable me arrimó a una silla, y a partir  de allí, se me hinchó hasta el pecho.
        Pero, en pocos minutos, un intruso entró al salón muy apurado, me cargó bruscamente entre sus brazos y salió botándome hasta aquel patio.

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